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Distopías literarias y futuros posibles. Katharine Burdekin (V)

18/11/2022

 

No es tan conocida como Huxley una mujer, la escritora Katharine Burdekin, que empezó a publicar en 1922 y asentó también muchas de las bases del género distópico.

En 1980, el escritor y editor de ciencia ficción Ben Bova se dirigió a un grupo de escritoras, diciendo:

«Ni como autoras ni como lectoras habéis incrementando el nivel de la ciencia ficción ni un solo grado. Las mujeres han escrito un montón de libros sobre dragones y unicornios, pero muy pocas sobre mundos del futuro en las que desarrollar problemas adultos».

Se equivocaba.

Algunas mujeres habían demostrado que no solo eran capaces de escribir distopías, sino de hacerlo en pie de igualdad con los varones. A pesar de todas las trabas que la sociedad patriarcal les ponía, como obligarlas a firmar con pseudónimo masculino. Una de ellas, Katharine Bourdekin.

Burdekin nació en 1896 en una familia de clase media alta en Inglaterra.

Durante un periodo de tiempo fue educada en su propia casa, para después estudiar en Cheltenham Ladies’ College, a pesar de que ella quería estudiar en la universidad de Oxford como sus hermanos.

Se casó en 1915 con el remero olímpico y abogado Beaufort Burdekin, con el que tuvo dos hijas, pero finalmente dejó a su esposo en 1922.

Más tarde, en 1926, se unió a una mujer que sería su compañera  el resto de su vida.

En 1934 publicó Proud Man, un libro futurista en el que una persona hermafrodita critica los roles de género de los años 30. Lo hizo bajo el pseudónimo de Murray Constantine. Un libro a mitad de camino entre la novela y el ensayo,

Afirma Manuel Rodríguez que, a pesar de su tono amable, incluso humorístico, Proud Man es una novela ácida y crítica con la política de privilegios, la exaltación de la violencia y el militarismo, la hipocresía religiosa, la división de clases, la discriminación del sexo femenino y el chauvinismo.

Además, doce años antes de que Orwell publicara su “1984”, esta mujer, Katharine Burdekin, construyó una terrible distopía feminista y antinazi.

Era su noveno libro y se titulaba, La noche de la esvástica. Se publicó en 1937.

Lo firmó bajo el mismo pseudónimo masculino que usó en Proud Man y la autora consiguió que la editorial que también publicaba a Orwell aceptara su novela.

Usó pseudónimo para evitar el riesgo de ataques a ella y a su familia por parte del creciente fascismo. La verdadera identidad de «Murray Constantine» no llegó a ser conocida hasta mucho después de la muerte de Burdekin.

La noche de la esvástica nos sitúa en el año 721 de la dictadura de Hitler.

La narración de «Swastika Night», tiene lugar siete siglos después de que el nazismo ganase la segunda guerra mundial (en la novela Guerra de los Veinte Años). Alemania domina Europa y África. Japón, el resto del planeta: Asia, Australia y América.

Las «razas inferiores» han sido eliminadas y los cristianos que quedan son perseguidos por no aceptar la divinidad de Hitler. El mundo nazi que nos describe es una extraña sociedad feudal basada en la sumisión, el militarismo y el patriarcado extremo.

Se adora a un Hitler divino que emergió de la cabeza del Dios del Trueno. Los caballeros nazis sirven ahora como los guardianes de su legado y los administradores de su Imperio.

Burdekin presenta un régimen totalitario similar al de la novela 1984 de Orwell, en el que no existe la libertad individual ni el conocimiento del pasado.

La jerarquía social es en ambas esencial, y en las dos novelas hay un protagonista rebelde que es guiado por un libro con secretos del pasado y el presente.

Incluso muchos detalles de la trama son similares: en ambos casos es un documento el que desvela conocimientos clave de la historia pasada.

En la novela de Katharine Burdekin, un manuscrito de incalculable valor cae en las manos de Alfred, el protagonista.

Dicho manuscrito, procedente del legado familiar de un devoto caballero nazi, contiene la verdadera historia del Estado Alemán. Una crónica que contradice abiertamente la doctrina oficial al revelar que Hitler no fue una criatura divina creada a partir del éter. Y que describe un mundo en el que hombres y mujeres interactuaban libremente.

No existe evidencia de que Orwell se basara en La noche de la esvástica al escribir 1984, pero las similitudes entre ambas obras y la cercanía entre los autores a través de su editor común sugieren que, como mínimo, Orwell la conocía.

Pero las novelas difieren de forma significativa en su representación de las políticas de género.

Para Orwell, androcéntrico y patriarcal, las mujeres son seres pasivos e inferiores de forma natural, idealizadas por su capacidad reproductora. En la novela de Bourdekin se cuestiona la sumisión femenina, «la docilidad de la mujer es la tragedia de la raza humana».

En La noche de la esvástica se representa una sociedad basada en el culto a la masculinidad como principio esencial. Y ese culto a la masculinidad es destructivo y tendente a la violencia.

Además, al contrario que Orwell, Burdekin ve la reducción de la mujer a la maternidad como una forma más de animalización y reducción a la función biológica.

La autora no inventa nada, tan sólo exagera lo que percibe a su alrededor. Y sobre todo, acierta al señalar que la sumisión de la mujer no tiene nada que ver con su naturaleza sino con su socialización como ser subordinado al hombre.

No se nace mujer, se llega a serlo, dice Simone de Beauvoir.

Y el rebelde protagonista de La noche de la esvástica afirma:

Tenemos la explicación de por qué las mujeres viven de acuerdo con un patrón impuesto. No son ellas mismas.[…] Los valores de este mundo son masculinos. No hay valores femeninos porque no hay mujeres. […] Para que puedan llegar a ser ellas mismas, ¿se les podría enseñar a leer? […] Cuando las mujeres sean lo que realmente son, el patrón no volverá a cambiar nunca más. No permitirán que los hombres lo cambien.

(Los destacados son de la autora)

La novela desvela la naturaleza del nazismo: su violencia y falta de sentido; su irracionalidad y superstición; su inmadurez emocional; el horror cotidiano y sofocante…

Y sobre todo desvela el intrincado vínculo entre misoginia, patriarcado y fascismo, hoy revividos por las ultraderechas ascendentes.

La violación, en la sociedad de La noche de la esvástica, ha dejado de ser delito y las mujeres sólo sirven para criar la próxima generación de superhombres. Ellas son objeto de una terrible violencia y son consideradas estúpidas y desagradables, mientras que los hombres son inteligentes y hermosos.

Esta historia resulta visionaria y su carácter feminista da pie a una crítica aún válida no sólo contra el fascismo, sino contra cualquier forma de gobierno autoritario.

Es también una obra que avisa de los peligros de usar la especulación científica como simple medio de expresión de los propios deseos.

Literariamente, en la novela la acción transcurre de forma lenta, se invierte demasiado tiempo en largos diálogos entre dos de los protagonistas. la autora decide que la narración de los hechos se haga a través de conversaciones entre el caballero crítico y el protagonista rebelde.

Y, exceptuando al inglés Alfred y al caballero Von Hess, el resto de personajes no son más que caricaturas desdibujadas.

Pero la novela supone una profunda y argumentada crítica a un mundo de supremacía masculina.

El historiador literario Andy Croft la consideró «la más original de todas las muchas distopías antifascistas de finales de los años treinta» .

Y John Clute describió la noche de la esvástica como «una anatomía feminista feroz de la guerra, el sexismo y el poder».

«Svastika Night», lamentablemente, no ha encontrado eco todavía en el mercado editorial en España.

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